Mamá de joven gay
Siempre pensé que la homosexualidad era una enfermedad. A los 21 años descubrí que mi hermano era homosexual y pensé que él había sufrido algún trauma emocional o un abuso, pero nunca me atreví a preguntar.
Pareciera que estas vivencias siempre son ajenas, hoy lo veo de forma diferente. Esto se propició cuando mi hijo de diecisiete años me confesó que era gay. Al escuchar esto, algo en mi corazón se rompió en mil pedazos, mientras esto ocurría me sobrepuse y mi reacción en ese momento fue pensar que mis sentimientos no eran los importantes, sino lo que mi hijo estaba sintiendo y la importante noticia que estaba transmitiendo. Me levante de la silla y lo abrazo diciendo que siempre lo iba a querer fuera como fuera. En eso momento de manera instintiva afloran palabras y emociones y sólo puedo contar que la fortaleza para reaccionar de esa forma salió de mi corazón. Yo había visto a mi hijo sufrir y no me explicaba por qué, (depresión, ataques de pánico, no querer ir a la escuela, falta de apetito, etc.) entonces comprendí toda su angustia y su tristeza.
Sabía que debía informarme si realmente iba a apoyar, por tanto, fui a una librería y pedí todos los libros que hablaran de homosexualidad, en este ejercicio me encontré con muchos títulos, pero uno de ellos más particular, su nombre decía "papá, mamá, soy gay" de Rinna Riesenfeld y otro de Marina Castañeda. Esa lectura me ayudo a abrir el panorama y a entender que ser gay, lesbiana, transgénero, etc., no es una enfermedad y que está en la naturaleza de los seres humanos.
Aun así, después de haberme informado, viví lo que parecía un duelo, una pérdida, pero también comprendí que lo que había perdido eran las expectativas que me había hecho con mi hijo, mis sueños guajiros de tener una nuera y nietos. Me preguntaba si habríamos fallado como padres, le pregunté varias veces si alguien había abusado de él cuando era pequeño, pero él me dijo: mamá, papá, ustedes han sido unos buenos padres, yo sé que soy así desde muy pequeño, además, tuve una infancia natural y muy feliz.
El leer libros sobre el tema, el haber acudido a un grupo de apoyo donde vi a muchos padres que pasaban por el mismo proceso que yo, me ayudó a cambiar mis juicios y manera de ver la diversidad sexual, hoy puedo sentirme bendecida, mis dos hijos son gays y los dos están hoy casados con personas maravillosas que han traído a mi vida mucho amor y entendimiento.
Mi vida también cambió, hoy soy activista junto con mis hijos y luchamos por el respeto a sus derechos, he abierto algunos grupos de apoyo y dado mi testimonio en escuelas, ayudando a jóvenes y a padres que están pasando por este proceso.
El amor y la confianza que hoy me dan mis hijos es una recompensa que no tiene precio.
PRÓXIMA CONVENCIÓN